JOKER no es solo un personaje: es un espejo con lente de aumento. Cantante, actor, músico y bailarín, domina el escenario como maestro del cabaret, ese teatro íntimo donde el humor ácido y la verdad incómoda bailan de la mano. Joker eres tú, tu némesis y tu deseo, tu espejo y tu coartada. Ligero en apariencia, sarcástico en el fondo, Joker nos seduce con su simpatía y su energía, mientras va desnudando —con ironía y ritmo— las contradicciones del hombre moderno. Traumas maquillados, ilusiones disfrazadas, miserias vestidas de gala: todo se convierte en espectáculo. Cercano, comunicativo, nos guiña un ojo mientras se ríe de sí mismo… y de nosotros. Porque bajo el maquillaje del Joker habita cualquiera. O todos. Pero no está solo. Seis mujeres lo rodean, lo acompañan, lo provocan, lo contradicen. Son bailarinas, actrices, cantantes, cómplices y adversarias. Tú sabes quién es cada una de ellas, cómo se llama, qué piensa y, sobre todo, qué sabe de ti. Cada una representa un eco, un reflejo, una tensión con Joker. Una encarna la inocencia perdida, otra la voz crítica que lo desenmascara. Una lo seduce mientras otra lo humilla. Bailan con él, lo empujan, lo abrazan, lo enfrentan. Son sombras y luces, musas y juezas, espejo y abismo. Juntas tejen con él un espectáculo donde la música, el deseo, el delirio y la risa se mezclan sin pedir permiso. El escenario se convierte así en un campo de batalla poético, sensual y feroz, donde se juega —a carcajadas— la verdad del alma humana.